A un lado, sombras oscuras deseando brillar, por ausencia, en un revoltijo de deseos y banalidades absurdas y consumistas,que las consume poco a poco.
A otro lado, nadie. Un nadie luminoso, brillante. Un nadie como una brizna de viento fugaz que espera su momento para soplar con fuerza,y desaparecer en una pesadilla cortante de doble filo. Un nadie que se choca contra el muro, llegando a maldecir su propia condición natural.
¿Por qué no pudo soplar en el otro lado? ¿Por qué no pudo formar un huracán,derrumbar el muro, y disipar las sombras que al otro lado deambulan? Y yo me pregunto por qué. Cualquiera que lo piense,se preguntará por qué.
Porque no hay nadie al otro lado. No hay viento. No hay huracanes. No hay luces ni sombras. No hay vida. Le estamos robando la esperanza a la nada, con cada gota de sangre que se derrama por nuestra culpa. Porque ellos no son nada para nosotros. No existen. Son meras brisas cálidas,tórridas,agobiantes, que nos ralentizan y nos impide seguir centrados en nuestra mísera pero necesaria forma de vida.
Pero los muros están para derribarse, y hasta las más altas montañas, se caen. Y entonces, pasaremos a ser sombras del propio viento, en una tierra de nadie, a la que nadie le importe una mierda.
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