El mundo de fuera cada vez me resulta más extraño. Una multitud anónima, que vive acomplejada de sí misma, y que pretende imponer (que no establecer) una norma social que dictamina el consentimiento mayoritario de la vox populi. Un sinsentido que se me antoja paradójico a la vez que irónico, cuando es la misma masa tonta la que nos quiere hacer parecer algo que no somos, la que se mira a sí misma en el espejo y se vanagloria de sus actos de mezquina crueldad, y al minuto siguiente está arrepintiéndose por sus gloriosos pecados.
Vivimos en un mundo de hipócritas sin sentido, que tan pronto se declaran populistas,como apelan al más cruel dictador en busca de paz, orden y justicia social. Un mundo que ha perdido la visión de conjunto, y con una denigrante catadura moral al nivel de cualquiera de esos asquerosos países tercermundistas a los que les prohibimos la entrada con vayas,cuchillas y demás sistemas humanitarios. Pero no nos preocupamos, porque una vez al año,les enviamos aceite y arroz a través de un noséqué caritativo. A veces pienso que alguien de verdad cree que está haciendo algo por el hambriento, hasta que el soplapollas de turno me viene a decir que así, dios estará contento. Mi gozo en un pozo, qué tendrá que ver dios con ésto.
Quién coño quiere ver el asqueroso panorama de esos países, cuando ni siquiera somos capaces de mirar las noticias y sentir un mínimo de indignación, rabia y vergüenza ajena al ver que todavía, en nuestro glorioso y maravilloso imperio, sigue muriendo gente de hambre. Con lo que ha sido éste país, todo el imperio que formamos, resulta que no vamos a ser más que una panda de gilipollas patriotas,demasiado orgullosos de haber exterminado a miles de sucios indios hará ya más de 500 años, como para poder admitir que las fronteras no son algo tangible, sino que son una barrera psicológica que la humanidad ha creado para discriminarse a sí misma, una especie de jaula en la que cada uno lucha por tener más dinero entre el que morir ahogado. Una suntuosa y aberrante mierda, que evoluciona siglo tras siglo. No, señoras y señores, no. Que no les engañen. El patriotismo y los nacionalismos no son más que la representación del racismo y la hipocresía llevada a su punto álgido, la involución de la raza humana que ha conseguido predominar tras siglos de lucha entre un ser autodestructivo.
Pero como decía, somos incapaces de ver eso. Somos incapaces de compadecernos verdaderamente del vecino. Somos incluso tan gilipollas, que buscamos la realidad y la sensibilidad en un jodido anuncio de lonchas de pavo, y somos incapaces de asomarnos a la ventana y mirar a la calle. Nuestra moralidad ha superado los límites de la estupidez, y el término empatía, se ha perdido hace mucho entre los escombros de una sociedad que se derrumba, ante el silencio de su pueblo.
Todo un silencio, que se extiende más allá del ruido de los coches, del fluir de las conversaciones, del sonido de las ajetreadas vidas de la gente. Un silencio que nos cubre a todos, y que oculta la verdadera realidad que nadie parece querer ver.
A todos los ciegos de corazón,os dedico ese silencio eterno.
Y al resto, sólo os puedo ofrecer mi voz, uniéndose desde la nada, al grito de revolución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario