jueves, 30 de enero de 2020

Acto II: Andante

Se perdió entre llanuras y cielos abiertos, olvidando de qué dirección venía, dónde estaba su norte, y su hogar. Ya no quedaba excusa a la que agarrarse tras tirarse del precipicio. Una ráfaga de aire le visitaba de vez en cuando, llevando noticias de un fuego lejano que se consumía en lo que antaño fuera un nombre conocido.

No cabía lugar a preguntas ni a interrogantes. Simplemente avanzaba, sabiendo que en su corazón no había sitio para arrepentimiento. Que viviría mejor agarrado a la aguja de un reloj que avanzaba sin cesar en un círculo infinito. Y aprendió a formular ese infinito, a destaparlo y a descifrar sus más intrínsecos secretos. Aprendió que su infinito no era racional, ni siquiera tangible: que una interminable sucesión de preguntas se distribuían aleatoriamente a lo largo del camino, y sin embargo, no eran suficientes. Su ansia de seguir adelante era la motivación que necesitaba para seguir descifrando cada duda que surgía en él. Comprendió que era posible,y que un infinito podía caber dentro del espacio que iba de su cabeza al corazón.

Nunca lo resolvió. Para él, la meta no era esa, sino valorar la belleza de lo que no se ve, de lo que no está, de lo inabarcable... pero saber que sigue ahí, guardado en uno mismo.


Formuló su infinito.

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