Me gustaría llegar a los confines de mi ser, explorarme a mí mismo y descubrir la otra parte de mí. Esa que yo mismo escondí, quién sabe dónde. Encontrar mis ganas de llorar y llenar un mar seco a la intemperie en mitad de mi nada.
Aprender a descifrar y a buscarme, saber qué quiero, dónde voy. Por qué. El movimiento de un mundo que se me hace demasiado ajeno y las caricias de un sol que ya no calienta mi piel. Nubes que se forman lentamente y se comen un cielo cada vez más oscuro, bandadas de cuervos en retirada que graznan buscando su siguiente comida. En tierra, un cadáver aún con vida, demasiado carcomido como para tenerlo en cuenta. Un ave fénix cansado de renacer de sus cenizas,recomponiéndose a pedazos sueltos de lo que le queda para comer en mi interior, que simplemente quiere volar. Alas hechas jirones que se desmenuzan con el rozar del viento en el páramo. Un corazón, más duro de lo que le gustaría, que late a duras penas.
Me pregunto qué es lo que no encuentro, y no consigo dar con la respuesta. Pasé en blanco y negro, y lo que pude desentrañar fue prescindible. No hallaré nada de lo que esperaba, porque ya ni siquiera creo en ello. Será la fobia a la sangre derramada o el miedo a mi crueldad egoístamente indirecta.
Las leyes físicas de la naturaleza, forjadas por la moral del subconsciente.
Recovecos mustios que se hacen grandes en la oscuridad de mis adentros.
Nos volveremos a encontrar, aunque, tal vez, ya sea demasiado tarde para mí.
De momento, seguiré buscando...
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