sábado, 23 de enero de 2021

La Flor

Me estaba acordando de la brisa, 
de las mañanas frías y el parque a lo lejos. 
Del ruido del tren en las cercanías.
Del miedo a no volver a vernos,
del silencio 
de lo que perdimos con tu voz.

Decir adiós parecía extraño,
pero el hasta luego sonaba falso.

Hay cosas que pueden esperar siempre,
pero siempre quedará el quizá, 
repleto de sal, 
de la última despedida que no pude darte.

Lamento que al final, la vida nos tratase como a escoria,
cuando tú trataste a la vida como a una joya.



Gracias por hacer que confíe en mí sin siquiera pretenderlo. 
Gracias por haber estado ahí para guiar mi vida con tu vida.
Y aunque no haga falta que diga lo que te quiero,
te diré que algún día, te daré ese abrazo que te debo. 



Cántale a las estrellas por nosotros.





miércoles, 29 de julio de 2020

IX

"Todavía tengo vida, todavía tengo excesos,
carne suficiente para alimentarme en tierra de tus huesos.
Educado entre ecuaciones para acumular dinero,
nadie que enseñara a mantener al lado lo que quiero.
Se nos fueron los momentos con las prisas y los peros,
la fé con los dioses, la risa fácil, los sí quiero.
Vinieron sin alcohol y sin permiso:
sin previo aviso, a todos nos jodieron.

Nos vamos a comer el mundo, eso fue lo que dijimos,
no que sólo notaríamos el hambre,
porque sé vivir con cobre pero no vivir sin sueños
ni con esta colección de nombres por más que me empeño.
Me dicen "te noto distante", porque se me ve al instante
que se nos fue la lengua y la mano
como dos viejos amantes
de las llamas y los dados.

Comernos el mundo, eso fue lo que dijimos,
si vienen con cuchillos todos p'alante con los puños,
porque sé vivir de pobre como morir por mi hermano.
Da igual cuántas veces caigas si me tienes a tu lado.

He vuelto a cambiar por estar donde quiero estar,
sólo quise volar abandonar la ciudad.
Ya no volveré a callarme,
a dejar de levantarme, a buscarte.

¿Nos vamos p'alante o qué?
¿Vamos p'arriba o qué?"

domingo, 14 de junio de 2020

Asimétrico

Cogiendo carrerilla,cuesta arriba
sudando en carne
cargando tras de mí una losa
de marejada infinita.

Cuántas veces tendré que mirarme al espejo
y no reconocerme.

Quisiera mi esperanza lanzar
contra la ventana
y quisiera la estrella que me cuida
ver rasgar el manto de caricias de tu pelo con el mar.

Orgulloso, pretencioso,altanero,
un despropósito que se abraza
al reflejo de la corriente
cuando ya está mar adentro.

Me miraré,una vez más,
intentando no parecer yo
Mas son tus ojos los que me incitan a pensar:

Me alegro por la lluvia y por el viento, que acaricien montañas y exploren el firmamento.
Yo me quedo, aquí,
en mi agujero, con mis noches.
Con mi pedazo de cielo.


martes, 28 de abril de 2020

Re

Ahí viene, otra vez.

Me equivoqué.

Como nunca.

Como siempre.



Ahí viene, otra vez. 

domingo, 26 de abril de 2020

Pietra

Me gustaría llegar a los confines de mi ser, explorarme a mí mismo y descubrir la otra parte de mí. Esa que yo mismo escondí, quién sabe dónde. Encontrar mis ganas de llorar y llenar un mar seco a la intemperie en mitad de mi nada.

Aprender a descifrar y a buscarme, saber qué quiero, dónde voy. Por qué. El movimiento de un mundo que se me hace demasiado ajeno y las caricias de un sol que ya no calienta mi piel. Nubes que se forman lentamente y se comen un cielo cada vez más oscuro, bandadas de cuervos en retirada que graznan buscando su siguiente comida. En tierra, un cadáver aún con vida, demasiado carcomido como para tenerlo en cuenta. Un ave fénix cansado de renacer de sus cenizas,recomponiéndose a pedazos sueltos de lo que le queda para comer en mi interior, que simplemente quiere volar. Alas hechas jirones que se desmenuzan con el rozar del viento en el páramo. Un corazón, más duro de lo que le gustaría, que late a duras penas.

Me pregunto qué es lo que no encuentro, y no consigo dar con la respuesta. Pasé en blanco y negro, y lo que pude desentrañar fue prescindible. No hallaré nada de lo que esperaba, porque ya ni siquiera creo en ello. Será la fobia a la sangre derramada o el miedo a mi crueldad egoístamente indirecta.

Las leyes físicas de la naturaleza, forjadas por la moral del subconsciente.
Recovecos mustios que se hacen grandes en la oscuridad de mis adentros.


Nos volveremos a encontrar, aunque, tal vez, ya sea demasiado tarde para mí.


De momento, seguiré buscando...




viernes, 17 de abril de 2020

M

A veces, no somos conscientes de nuestra propia razón de ser. Nos perdemos, entre las prisas del partir hacia quién sabe dónde, las preguntas que nos asolan en el camino, las distracciones que nos imponemos para sobrellevar el cansancio mental que supone darse cuenta que, en realidad, en la mayoría de las ocasiones, no sabemos a qué nos debemos.

A veces, la vida tampoco sabe qué hacer con nosotros. Nos dejamos caer sin más en su meliflua presencia, esperando una señal en un cielo desdibujado de nuestras experiencias y nuestros fallos. 

Y así, entre el caer de las hojas de una y otro, nos encontramos. No en nosotros. No en el cielo ni en el suelo. 

Nos encontramos en una página en blanco para reiniciarnos y retomar un camino que no va a ninguna parte. Puede que nos lleve al punto de partida. Puede que nos obligue a derribar muros de hormigón con mazos de cartón, que bañará nuestro tiempo en sangre que supura de nuestras heridas aún abiertas. 

No me importa. Prefiero aprender a ver el amanecer a través de las rendijas de tu pelo, antes que sumergirme en un mundo en el que la apatía guíe un camino señalado hasta ningún lugar. Lamentar tus lágrimas y secarlas con el dorso de una mano cosida a golpe de destino, mirarte y sonreír, sabiendo que nos haremos más fuertes con cada herida que cerremos juntos. Sentarnos a la orilla de un precipicio y saber que la caída, también es una opción si vamos de la mano. 

Aprender a ser conscientes el uno del otro. Quizá así, la vida nos de una oportunidad de hacer las cosas como siempre hemos querido. 

Juntos. 

jueves, 30 de enero de 2020

Acto II: Andante

Se perdió entre llanuras y cielos abiertos, olvidando de qué dirección venía, dónde estaba su norte, y su hogar. Ya no quedaba excusa a la que agarrarse tras tirarse del precipicio. Una ráfaga de aire le visitaba de vez en cuando, llevando noticias de un fuego lejano que se consumía en lo que antaño fuera un nombre conocido.

No cabía lugar a preguntas ni a interrogantes. Simplemente avanzaba, sabiendo que en su corazón no había sitio para arrepentimiento. Que viviría mejor agarrado a la aguja de un reloj que avanzaba sin cesar en un círculo infinito. Y aprendió a formular ese infinito, a destaparlo y a descifrar sus más intrínsecos secretos. Aprendió que su infinito no era racional, ni siquiera tangible: que una interminable sucesión de preguntas se distribuían aleatoriamente a lo largo del camino, y sin embargo, no eran suficientes. Su ansia de seguir adelante era la motivación que necesitaba para seguir descifrando cada duda que surgía en él. Comprendió que era posible,y que un infinito podía caber dentro del espacio que iba de su cabeza al corazón.

Nunca lo resolvió. Para él, la meta no era esa, sino valorar la belleza de lo que no se ve, de lo que no está, de lo inabarcable... pero saber que sigue ahí, guardado en uno mismo.


Formuló su infinito.